lunes, 28 de junio de 2010

Un síntoma del estado de las cosas





Hoy los niños cautivados por los medios de comunicación, escuchan la música que está en oferta. Eso no significa que eligen esa música ... sino que responden a un aparato que no les deja opciones.
Es que vivimos una época de niños agrandados. Está todo permitido menos vivir como niños, pensar como niños y escuchar música para niños.

No hay una fórmula para definir exactamente lo que es infantil ... pero sí un sentido común para identificar lo que no sirve. Los adultos que estamos interesados en preservar la niñez como etapa fundamental de la vida, no podemos evitar establecer algunas jerarquías de valor...


Vale todo lo que refina el oído del niño ... todo lo que enriquece su percepción.

Valen las letras optimistas que le ayudan a mirar el futuro con confianza y vivir el presente sin ansiedad.

Valen los intérpretes que proyectan lo más verdadero de su realidad con belleza.

Vale la música que ha surgido de la expresión genuina de los creadores y no la que solamente ha sido proyectada para satisfacer mercados.


Me duele decirlo tan crudamente, pero en la elección de la música que escuchen nuestros hijos esta implícito un proyecto de vida y una calidad cultural.

Mucha música que se oye ahora no es más que un síntoma del estado en que están las cosas. Si protegemos a los niños de enfermedades y malas experiencias, deberíamos también protegerlos de la parafernalia de vulgaridad, reiteración, ignorancia y pobreza en danza.


Nadie puede hacerse el distraído, porque en el mismo mostrador en que se ofrece basura ... hay disponible mucha maravilla por el mismo precio.

Los padres eligen: aunque sabemos que es difícil nadar contra la corriente ... pueden intentarlo.
Los niños merecen ese esfuerzo.


Pipo Pescador